lunes, 29 de octubre de 2012

‘Cosmopolis’, capitalista autodestrucción

Título original: Cosmopolis
Año: 2012
Duración: 108 min.
País: Canadá
Director: David Cronenberg
Guion: David Cronenberg (Novela: Don Delillo)
Música: Howard Shore
Reparto: Robert Pattinson, Sarah Gadon, Paul Giamatti, Samantha Morton, Juliette Binoche, Kevin Durand, Emily Hampshire, Patricia McKenzie, Mathieu Amalric, Jay Baruchel, Abdul Ayoola, Gouchy Boy, George Touliatos, Philip Nozuka, K'Naan
Productora: Coproducción Canadá-Francia-Portugal-Italia; Prospero Pictures / Alfama Films
 
Ratas muertas como moneda de cambio, cordura ciudadana convertida en caos urbano, puro desorden frente a sucia pulcritud, David Cronenberg nos trae un apocalipsis contemporáneo en el que los cuatro jinetes están o bien despilfarrando el dinero en un casino o robando en algún cutre supermercado. Porque no hay puntos intermedios en estos tiempos y menos mirándolos a través de los ojos del realizador canadiense.

Conocido por sus películas de “horror corporal” en este film presenta a Eric Packer (Robert Pattinson), un joven millonario cuyo capricho del día es cortarse el pelo en una barbería al otro lado de la ciudad. El recorrido le servirá para hacer un repaso de la situación económica actual en la que política, iglesia, poder, sexo y muerte tienen un lugar privilegiado. Todo enlatado en una limusina que podría hacer las veces de nave espacial en un planeta que parece no ser el suyo.

El diálogo es la chispa de la película, el aceite que mueve el engranaje de una historia que resulta larga y pastosa en su desarrollo, si no tenemos en cuenta las conversaciones y monólogos nocivos, pretenciosos y pedantes pero irritantemente verdaderos de un guion que Cronenberg adaptó en seis días de la novela homónima de Don Delillo. Igual valdría que el propio director se plantara delante de un púlpito a recitar un discurso contra el capitalismo, aunque ha preferido poner la cara bonita (e insustancial) de Pattinson para soltar todas clase de perlas.

Contraposición de las dos caras de la moneda, en la que descansan la inmundicia, el descontrol y la decadencia de una población que se hunde hacia la alcantarilla más mugrienta precipitada por la otra cara, ambiciosa, poderosa y nada misericordiosa que trepa aplastando al que puede. Con un final que parece abierto para que el mismo espectador saque la conclusión más acertada.

Pero no es una película de fin irreversible, Cronenberg ve la luz en la asimetría, representada en una próstata, porque lejos del dinero, la tecnología y los lujos la verdadera riqueza se encuentra en la vida cuando le chas un par de huevos.